Quien no se acuerda de niño haber ido a un
circo, muchos emocionados, otros que ya habían ido varias veces indiferentes.
Bueno yo no fui a cualquier circo, fue a
un circo de provincia, pues todas mis vacaciones de verano casi las pasaba con
mi abuela en el norte. Aquella época que aún recuerdo, hasta el aroma del
viento aun es perceptible para mí.
En fin la entra al circo en el año 97 era
de un precio de un sol, y claro dentro estaba el algodón de azúcar y la
infaltable canchita en su bolsa que decía tan rico como nutritivo, yo me la
creía y comía bastante.
Comenzaba la función, dos payasos con sus
ropas viejas, que se caían y obvio la gente se burlaba. Después un perrito que
caminaba en dos patas, y todo el mundo mira se cree humano.
Pero la verdad lo mejor de la noche era
ver a la contorsionista, tendría unos quince años, y uno a sus 14 decía que
bonita, claro no faltaban lo mañosos que iban a verla e imaginarse cosa.
Se doblaba daba piruetas, luego al
retirarse mandaba besos volados al público.
La verdad yo salía del circo feliz, y eso
que era el quinto día que veía el mismo show.
Así pues pasaba mis vacaciones gastando un
sol todos los días por la noche religiosamente.
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