Cómo empezar a escribir esto sin la frase célebre "vamos a
gironear".
De niño me acuerdo que era uno de los
lugares que más me gustaba ir, mi madre me llevaba los fines de semana a
caminar por aquellos lares, me acuerdo de los manjares oriundos como los
churros artesanales o más aún los angelitos negros, los recuerdan, era la
versión de beso de moza de Winters.
Ni hablar de todas las novedades que se
vean por ahí, me acuerdo que una vez a los 8 años me compraron un mini piano
del tamaño de una caja de chicles, se conectaba con un cablecito al equipo y se
tocaba, me duro un mes, en fin.
Lo que más me gustaba de ir por allá era
el almuerzo, no habían fast food, pero si pollo broaster, o las salchipapas, y
no fui un niño obeso.
Me acuerdo que nos llevaba la santa
catalina, la 23 de color verde con franja roja. Yo con mi Jean, mis zapatos de
charol y una chompita con un estampado de osito que mi madre me tejía (y en
serio mi madre me tejía tantas chompas que yo era en niño más afortunado del
mundo con 20000 de ellas de todos los colores y modelos).
Pero sin duda el mayor recuerdo era el
piso, que era un tablero de ajedrez gigante dónde cual fichas, nosotros las
personas nos movíamos hacia la próxima posición en un juego sin fin.
No hay comentarios:
Publicar un comentario